En este espacio se compila el trabajo desarrollado por los participantes en la asignatura de libre elección Caminar Barcelona

19 junio 2007

New York, New York vs Naturaleza



“Lo único constante en la vida es el cambio”
Heráclito

Una ciudad en continua evolución y en construcción permanente ha sido la Nueva York del siglo XX, siendo precisamente esta constancia en el cambio lo que hizo que se convirtiera en la capital del siglo pasado. Pero, además de esta continua perseverancia en el avance, un cúmulo de contrastes y contradicciones hacen que Nueva York mantenga con sus visitantes y ciudadanos una de las más extrañas relaciones de amor-odio, sólo digna del dolor de los mayores desamores. Ninguna otra ciudad deja al descubierto más contrastes que Nueva York y, posiblemente, esta sensación ha continuado desarrollándose por el espectacular caos constructivo en altura ordenado únicamente mediante la rigurosa y precisa retícula del trazado horizontal de la ciudad, o quizá este sentimiento de desorden controlado por la trama se haya visto potenciado por la equilibrada convivencia de polos enfrentados que nos muestran los extremos en todos los campos: una ciudad capaz de hacer convivir la mejor arquitectura junto a la peor, des de lo más excitante a lo más perturbador, envolviendo la naturaleza más “pura” y la más miserable.

Tales contradicciones azotan Nueva York des de sus orígenes, y la relación de la ciudad con el espacio natural ha sido una lucha constante bajo la presión de multitud de intereses especulativos, la ansiedad de densidad tanto horizontal como vertical y la necesidad de espacio abierto, de aire, en una ciudad desbordada.

Nada queda ya de aquella isla de colinas entre dos ríos. Ya en 1811, el New York plan propone una expansión de la ciudad hacia el norte, más allá del actual Wall St, estableciendo una retícula uniforme que podría extenderse hasta en infinito. Este plano cartesiano se deja caer sobre la geografía existente de Manhattan, abarcando casi toda su superficie, sin dejar espacio para plazas o terrenos libres.

Así empieza la relación de Manhattan con su entorno natural. O mejor, así es como Manhattan termina con su entorno natural. Tal situación era insostenible y después de multitud de demandas de los ciudadanos pidiendo un espacio natural, en 1851 el ayuntamiento decide comprar 300 hectáreas para crear una zona de ocio y saneamiento de la ciudad. Se trata evidentemente de Central Park.

Su éxito perdura actualmente, siendo visitado por miles de personas cada día. Sin embargo, este pulmón no es suficiente para la metrópolis del mundo que es Nueva York. Se ha construido mucho y hay poquísimos espacios verdes entre los densidad de edificios de Manhattan.

Es por este motivo que la recuperación y creación de espacios verdes es una de las máximas prioridades de cualquier proyecto urbanístico en Manhattan. Así, las orillas del Hudson river, las del East river y el extremo, Battery, son zonas de constante cambio, cada día más verdes y amplias, con zonas de descanso, ocio y práctica de deporte.

Aunque la recuperación del Waterfront de Manhattan es una realidad palpable y acerca la naturaleza a la ciudad, no llega a unirlas, no participan la una de la otra. Es por eso, quizá, que el proyecto de recuperación de la High Line es uno de los más esperados para la ciudad. Se trata de unas antiguas vías de tren abandonadas, que se elevan travesando el West Side. Su abandono des de 1980 ha convertido estas vías en vertedero y miseria urbana, llena de matojos y naturaleza salvaje. Sin embargo, esta aprobado ya el proyecto para hacer de estas vías un parque urbano elevado sobre Manhattan. De esta manera, una pasarela verde de 2’5 Km cruzarían la ciudad por el aire, des de la 34th St hasta el Holland Tunnel, en el West Side.

¿Será la recuperación de los espacios verdes, su dialéctica con la ciudad (o su lucha) lo que moverá a urbanistas y arquitectos del siglo XXI en una ciudad que tanto necesita el aire?

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