En la parada de guaguas del muelle de Casablanca, un peludo esperaba solitario cualquier ómnibus. Tanta era la mariguana y el ron que había ingerido que no tenía idea de su destino, sólo sospechaba que tenía que salir de aquel marasmo. Le di un chapuzón en el agua turbia y apestosa del malecón, brillante de residuos de petróleo. Después me paré en el medio de la avenida, y sacándome un pezón conseguí botella en el auto de un General. Expliqué que mi hermano sufría de una fuerte crisis asmática y había que correr al hospital. Nos dejó en el cuerpo de guardia del Calixto García. De allí, una vez que la chapa del auto del general desapareció, bajé al arrastrando al peludo hasta la Red, un night-club oscurísimo del centro del Vedado. Se llamaba Machoqui, y en pleno año setenta y cinco se había propuesto ser hippie cuando ya nadie en el mundo, y mucho menos en Cuba, lo era.
La nada cotidiana_Zoé Valdés.
En este espacio se compila el trabajo desarrollado por los participantes en la asignatura de libre elección Caminar Barcelona
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