Viví en lo mismo 26 cocea del « Marais » los dos primeros inviernos de mi vida: todavía debo tener en el fondo de mis huesos algo del calor de su estufa. Nieta, regresé allí a dos o tres recuperaciones visitar a mi abuela, en primavera, cuando ésta todavía no estuvo instalada al « Mont-Noir » , o por los primeros fríos, cuando había vuelto en la ciudad. Sentía vagamente la atmósfera abandonada de esta casa de vieja dama que no recibe casi. Reparo en el fondo de mi memoria en las marchas de marmol de una escalera, una rampa que giralos grandes árboles de espacioso jardín, y una galería sobre soportales que debió recordarle a Michel-Charles los pórticos romanos del siglo XVIII.Estas moradas grises, un poco frías, impecablemente tiradasal cordel, del tiempo de los Intendentes franceses también, que reemplazaron en Lila la vieja vivienda a aguilones esculpidos y dorados de los dueños de obra de los duques de Borgoña, tienen su misterio. La leyenda quiere que esta casa, antes de pertenecer a Señor de Rouvroy, hubiera sido el hotel lujoso de un tratante que albergaba allí a chicas de ópera.
Marguerite Yourcenar,
Archives du Nord (Lille), Gallimard, 1977, pp175-176
Archives du Nord (Lille), Gallimard, 1977, pp175-176
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