En este espacio se compila el trabajo desarrollado por los participantes en la asignatura de libre elección Caminar Barcelona

26 febrero 2007

Las otras ciudades: Londres


Y así fue como los tres salimos de aquel callejón sin salida que era Victoria Road y nos encaminamos al pub por calles tristonas y cargadas de ecos, dejando atrás parques sembrados de excrementos, la escuela victoriana con sus lavabos fuera, los escombros de los bombardeos –nuestros auténticos patios de recreo y escuelas de sexo- y cuidados jardines ante docenas de saloncitos de familias desconocidas con televisores que resplandecían con luz mortecina. Eva siempre había llamado a nuestro barrio “el abismo”. Reinaba un silencio tal que ninguno de nosotros se atrevía a romperlo con el sonido de nuestras propias voces.
Aquí vivían el señor Whitman, el policía, y su joven esposa Noleen; a su lado, un matrimonio de jubilados, el señor y la señora Holub. Eran socialista, exiliados de Checoslovaquia y no sabían que su hijo se escapaba de casa todos los viernes y sábados por la noche, de puntillas y en pijama, para ir a escuchar música infecta. Enfrente tenían a otro matrimonio de jubilados, un profesor y su esposa, los Gothards. Sus vecinos eran una familia del East End, comerciantes de alpiste, los Lovelace. La viejecita abuela Lovelace trabajaba en los lavabos de los jardines de la biblioteca. Un poco más arriba, vivía un periodista de la calle Fleet, el señor Nokes, con su esposa y sus obesos hijos , y los Scoffield –la señora Scoffield era arquitecta- por vecinos.
Todas las casas estaban “reformadas”. Una tenia un porche nuevo, puertas dobles la otra, ventanas “georgianas” o una puerta nueva con herrajes de latón. Se habían ampliado las cocinas, arreglado buhardillas, eliminado tabiques y construido garajes. Esa era la pasión de los ingleses: no el mejorar la cultura o el ingenio, sino el HTM, “Hazlo tú mismo”, la pasión por tener casas mejores y más grandes, con mayores comodidades, la concienzuda acumulación de confort y, con él, el status, es decir, la exhibición patente de un dinero ganado. Exhibir era lo importante. Cuántas veces, en ocasión de una visita a una de las familias del vecindario, antes de ofrecernos una taza de té nos habían hecho visitar la casa – “otro grand tour”, suspiraba papá- para que admiráramos habitaciones amplísimas, finísimos armarios, y literas, duchas, invernaderos y carboneras.

Tomado del libro:
El buda de los suburbios
Hanif Kureishi

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